La poesía sufí de los grandes místicos de la península ibérica forma parte del equipaje de "Habibi/Amado" que ancla por primera vez amarras en la capital oscense. El espectáculo creado y dirigido por Jesús Arbués aúna la tradición y religión árabe con las nuevas tecnologías de la imagen para crear una historia colorista y rítmica.
El derviche es uno de los protagonistas de la obra
Huesca.- “Habibi/Amado” forma parte de un viaje del norte al sur que realiza su propio director y creador Jesús Arbués, con Producciones Viridiana. Unas postales de viaje son las culpables y a la vez el medio narrativo para dar vida a un espectáculo que cautiva, asombra y transporta al espectador a un bodegón bañado de pasión, calor y baile. Las nuevas tecnologías juegan un papel importante en esta alegoría poco usual creando, matizando y posibilitando escenarios e historias.
La obra inició su andadura en el Centro Cívico del Perpetuo Socorro con los primeros ensayos de los únicos actores que intervienen en la obra, tres, sólo tres. Un actor español, Javier García, una cantante, Faissal Azizi, y un derviche egipcio, Mohamed El Sayed son la cara visible de un frenético trabajo de productores, técnicos, compositores y videorrealizadores. Todos ellos al servicio de una obra que gran parte de su tiempo de ejecución lo invierte en ensayos, en la puesta a punto de su música y en el difícil arte de crear luz. A ello se suman las grandes imágenes creadas por ordenador y proyección móvil que según su director, Jesús Arbués, “lo hacen un espectáculo multimedia”.
Cuando se le pregunta a Arbués sobre el tema de la obra y su visión sobre el sufismo, él se queda callado y finalmente, continua… “Hemos utilizado poemas sufís, pero también noticias periodísticas y textos históricos” finalmente asiente que a pesar de la negativa de los productores él se hubiera declinado por llamarla “Jóvenes de hoy reflexionan, hablan, bailan, cantan y dicen poesía sufí”, un nombre demasiado largo que engloba cada paso sobre el escenario.
Poemas sufistas. “Mi corazón abarca todas las formas, contiene un prado para las gacelas y un monasterio para los monjes cristianos” es el comienzo de uno de los poemas cantados creado por el místico, sufí, filósofo, viajero y sabio musulmán andalusí, Ibn Arabi. Es probablemente la figura más influyente en la historia del misticismo islámico. De padre murciano y madre bereber, se trasladó con su familia a Sevilla a la edad de siete años. El ansia de saber le condujo a una vida viajera, recorriendo primero su Al-Andalus natal y luego el norte de África, donde visitó a los diferentes grupos sufís. Su tumba aun se conserva y es lugar de peregrinación para el mundo musulmán.
El baile del giro simboliza la ascensión del danzante
Su compañero de viaje a lo largo de la actuación es el maestro Rumi. Con poemas como “Aunque no salga por mi boca discurso alguno lo más bello del amor dentro de mi pecho, aunque esté silencioso como un pez, sin embargo estoy inquieto como las olas del mar” el propio fundador del movimiento sufí, Mevlana Rumi, explica su inquietud trascendental que supera lo puramente nacional y étnico. Sus poemas son diariamente leídos en los países de habla persa como irán, Afganistán y Tayikistan y han sido ampliamente traducidos. Tras su muerte, sus seguidores fundaron la orden sufí Mevlevi, más conocidos como los “Derviches Giróvagos”, ya que realizan una meditación en movimiento llamada “sema” donde hombres y actualmente mujeres giran sobre sí mismos acompañados por flautas y tambores.
El danzante gira constantemente para elevar su alma Derviche girador. La figura más emblemática de la obra no es otra que el derviche encarnado por un joven egipcio, Mohamed El Sayed. Con un español preciso y su sonrisa picarona el bailarín admite que la danza no sólo es una falda, a la que hay que sumar capas conforme a la duración del propio espectáculo. El ritual comienza con la vestimenta. Una larga túnica blanca flanqueada de cientos de florituras se agarra al cuerpo con un cinturón ancho con la forma de un ojo. A ello se suma la colocación de un pantalón largo del mismo material bajo el ropón y el atado de la voluptuosa falda. Todo ello en un blanco inmaculado. Finalmente el turbante se coloca en la cabeza del bailarín que antes de tomar posiciones arrastra sus pies para comprobar el estado del suelo.
Mohamed abre sus brazos y comienza a danzar y girar sobre sí mismo con los brazos extendidos, simbolizando “la ascendencia espiritual hacía la verdad, acompañados por el amor y liberados totalmente del ego”. La etimología del nombre de esa figura que forma parte del entramado cultural viene de muy lejos. El término persa significa, literalmente, “el que busca las puertas y se refiere a una persona que vive una pobreza mendicante y austera, indiferente a las posesiones materiales, dedicada al aprendizaje de la religión similar a la orden mendicante de los frailes también conocidos como faquir.
Arbués a la hora de crear su obra no sólo pensó en el texto, la escenografía y el juego de luces. Quiso que todo ello fuera acompañado por una música creada para la ocasión. El maestro de ceremonias en este caso no es otro que el compositor Kike Lera que aprovecha la música de la tradición arábiga para crear un ambiente envolvente en una atmósfera donde reina la oscuridad.
El éxito de la obra que ahora llega a Huesca viene avalado por su estreno español, más que aplaudido, en el Festival Pirineos Sur sobre el Pantano de Lanuza. La cinematográfica ciudad de Casablanca fue la encargada de conocer por primera vez esta obra el tres junio de 2009 que llevan a escena este grupo que como prestidigitadores hacen magia y sirven en bandeja de la multimedia occidental textos que quizá el espectador no comprende del todo. Pero de los que siempre queda un poco tras escuchar “Guardadme la esperanza, la esperanza del que se anega con su llanto. Toda desolación con ella se repuebla, todo espejismo se vuelve verdadero”.
Publicado en: www.aragondigital.es
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